2020:

A todo lo que existe

A las hojas de los árboles que solo caen una vez, a la sonrisa de mi madre en las mañanas, a las soluciones mágicas, a la gente que abre las ventanas, a las excusas que inventamos, a Dios, a la suerte, a la pulsión de muerte, a los días buenos y a los malos, hoy en día hasta sobre cómo lavarse las manos. A un amor que no quiero mencionar, a los que se encierran y los encarcelados, a un pasado abandonado, a los enamorados, a un miércoles feriado. Al silencio, a la adicción a las rimas, a unos pasos que caminan. Podría escribir a la maldad como deporte, o al dorado de un picaporte. A lo que no sabemos ni tenemos que saber, a todas esas cosas que no podemos creer, a los días de vacaciones, a un amigo que dejamos de tener. A mi infancia, a mis escritores favoritos, a los cuentos y a los mitos, al motor de la venganza, al desastre y las pasiones. Al abrazo de mi padre, a un domingo a la tarde, a los celos de mis hermanos, al dolor en forma de nudo, a la fuerza de mis manos, a mi cuerpo desnudo. A las tres de la mañana, a la oscuridad, a lo inexorable, a las sombras, a la verdad de los sueños, a la arrogancia de los dueños, a las cosas serias, a la ciencia y a lo exacto, a los biólogos, a la vergüenza, a las consignas mal interpretadas, a los finales abruptos y las palabras escritas a las apuradas. 

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